En ésta media isla las instituciones públicas y privadas tienen un concepto de servicio totalmente distorsionado a lo que realmente debiera de ser. Cuando uno se dirige a un establecimiento que brinda servicio, o compras uno, quien te lo vende u ofrece lo hace con una actitud de “Cógelo suave, tu dinero es limosna así que o te doy el servicio cuando quiero y como quiero”, y los que han tenido mala experiencia saben que no estoy exagerando. Lo más grande del caso es que no solamente es algo institucional, es algo que los mismos empleados llevan en la cultura, es parte de nuestra idiosincrasia.
Por el tipo de trabajo que hacemos donde yo laboro, me vi en la necesidad de contratar dos proveedores de servicios de datos y de voz para dar continuidad de servicio. La segunda compañía, la cual iba a ser nuestro proveedor principal pero a ellos no les dio la gana de ir a instalar con contrato y todo, tuvimos que contactarla por pura necesidad. Esta vez nos sorprendimos por el trato de los ejecutivos de cuentas, nos compraron, nos enamoraron, nos ofrecieron villas y castillas y después que firmé el contrato si te vi no me acuerdo.
No es justo que si yo tengo una cuenta corporativa, que factura una considerable suma de dinero mensualmente en telecomunicaciones y que tiene un servicio crítico, cuando tenga una avería o algún problema la ejecutiva de cuentas me diga que marque al centro del servicio, opción tal para abrir un ticket y esperar a que me respondan; entonces mi pregunta es: ¿Para qué tengo ejecutiva de cuentas si ni siquiera le da calor a sus clientes?
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